lunes, 25 de agosto de 2014

No me muerdas la boca.

No me muerdas la boca,
si no tienes hambre de mi aliento;
sonríe, si quieres, cuando te cuente aquel chiste
tan malo, que ya te conté cien veces,
pero seguro que sonreirás, seguro.

No me muerdas la boca,
pero por favor, muérdemela una vez más;
vamos a recordar un rato como éramos antes de conocernos
cuéntame otra vez porque dejaste de suspirar,
por la magia de una noche de reyes.

No me muerdas la boca,
o no dejes de mordérmela jamás;
salgamos a la calle un rato, lleva zapatillas,
recorreremos la ciudad hasta que me de cuenta
de que no puedo recorrer tu cuerpo.

Pero ahora, muchacha,
no lo repetiré, no nos engañaremos,
te pediré que me muerdas la boca,
querré que tengas hambre de mi aliento,
querré que me beses una vez más,
que me muerdas y no sueltes jamás;
te volveré a contar aquel chiste, volveré a hacerte suspirar,
recorreré tu espalda, también tu pecho;
pero ahora, amor,
no me muerdas la boca.

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