Guarda bajo llave en su iris castaño
las más confiadas sonrisas de marfil
y en sus dedos, anillos azul añil,
de un zafiro pulido cada año.
Es la reina de todo cruel engaño,
escarpada cuando luce de perfil;
Sus guiños se te clavan como un alfil
y siempre llevan carácter huraño.
A Dios rogando... Señalaba el dicho;
yo que la maldecía en exceso,
fui el primer comandante en su nicho.
Cayendo en la trinchera de sus besos
me vi fusilado por sus caprichos;
perdí esta guerra de amor, lo confieso.
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