lunes, 20 de octubre de 2014

Soneto X - Catalina

Ella es una fábula sin moraleja,
su rostro es la infancia más traviesa.
Un collar negro y falda turquesa,
relucen sus ojos como candilejas.

Baila entre las flores como una abeja
marcándose un vals a la vienesa.
"Catalina, ya está lista la mesa".
La niña no oye, la niña se aleja.

"Hija mía, ¿Dónde te has metido?"
La niña no oye, la niña fue al río;
jugando la ataca el sueño, bandido.

Su madre la sale a buscar, hace frío.
Entre flores halla el cuerpo dormido
"¡Catalina que niña! ¡Que hastío!".



























martes, 7 de octubre de 2014

El banco frío. Romance I

¡Y que noches junto al parque!
bajo el cielo azul marino;
sentados en aquel banco,
sentados sin pasar frío.
Solía venir risueña,
con el pelo suelto y liso,
a veces más arreglada,
Otras en tonos sencillos.
Una velada con calor
a principios del estío,
la vi de nuevo en el banco.
Era azul su vestido.
Había estado de viaje
(Subjetivamente un siglo.)
De nuevo los dos sentados
de nuevo el banco, sin frío.
Me interesé por sus chismes,
renegó con voz de hilo,
insistí, más fue en vano;
vi en su rostro algo marchito.
Finalmente, sin quererlo
terminamos en mi piso,
se tumbó sobre mi cama;
hice girar un vinilo
Sonatas para piano.
Se aceleró mi latido,
quería que la besara.
Después le quité el vestido;
acaricié sus caderas,
umbral de lo prohibido;
un ósculo en su vientre,
mil más en su cutis fino,
su liviandad me reinaba;
fue musa de mis suspiros.
Y de sus ojos, de pronto,
brotó un llanto repentino,
Me dijo, entrecortada:
"Perdóname Florentino."
Quise saber las razones
y con su mirar perdido,
confesó que estaba encinta
y que no sería mi hijo.
Después se fue para siempre.
Seguía sonando el vinilo,
entonces parecía el réquiem.
Jamás volví al banco frío.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Relato de un preso y de la monotonía y crudeza de su rutina.

Otro día que has amanecido,
rodeado de barrotes de metal,
un día más la rutina del olvido;
un dia menos de espera fatal,
para ser de la muerte el marido.

Hace diecisiete años que te vistes,
robado del cielo la tierra y el mar,
arrojado a este pozo negro y triste.

Echas de menos el olor del azahar
del jardín de la que tanto quisiste.
Quien sabe si aún hoy te podrá recordar.

El alcaide, proscrito del infierno
pregona, cruel, el turno de trabajo.
No tiene piedad, ni carácter tierno,
tú te vas a trabajar cabizbajo
hoy quiere reluciente los servicios.
(Como Augías queria sus establos.)
Quiere hacer de la jornada un suplicio.

¿Qué es la culpa?
¿Qué es temor?
Pide un favor,
toma acción
tendrás suerte.
Grita fuerte:
¡Redención!

Otro día que has amanecido,
rodeado de barrotes de metal,
un día más la rutina del olvido,
un dia menos de espera fatal,
para ser de la muerte el marido.

¿Fue culpabilidad o inocencia?
Lo primero aseguró el testigo de cargo.
Ahora tu libertad está en letargo,
ya nada se remueve en tu conciencia.

Poco importa,
estás preso
tan solo eso.
Quien diría,
lo que ha sido,
ya se ha ido
otro día.