miércoles, 5 de noviembre de 2014

Malarruina. Romance II

Las calles de Malarruina,
hechas de hastío y tabernas,
amparan cuatro mil cuerpos
viviendo de la crudeza.
Martín Guerra, veterano
de alguna que otra reyerta
ensordece la avenida
mientras cabalga la Vespa;
Y tres esquinas más tarde
Dolores está a la espera,
sintiendo subir el frío,
por sus piernas de gacela.
En la plazuela dos hombres,
guardan algo en la cartera,
de la plazuela dos hombres,
marchan, se oye una sirena.
Muere el grotesco sonido
en cuanto la bofia frena,
rastrean sin hallar rastro
de aquel polvo color perla.
Como solía decirse
en Malarruina no nieva,
pero nunca falta nieve.
Subiendo una rúa estrecha
parada en el cantón
Dolores se desespera
y de las profundidades
de su bolso en tonos cebra
al final decide coger
un pintalabios magenta.
A menos de una manzana
detiene el motor Guerra
lía un poco de tabaco
y cruza la carretera;
los dos hombres mientras tanto,
ven a una dama en la acera,
tiene el cutis nacarado
boca entre fucsia y violeta 
La invitan a irse con ellos
más, están vacías las carteras;
se muestran muy insistentes,
pero dolores reniega,
uno le prende los pechos,
otro toma sus caderas;
Dolores trata de gritar
un grito que nunca llega.
Unos metros mas atrás
Guerra contempla la escena,
los dos hombres le señalan,
los dos hombres se le acercan.
Martín Guerra no se achanta;
Con su aliento de ginebra
les advierte que se marchen,
uno de ellos le golpea,
filos mas o menos largos,
y comienza la contienda;
baila a destiempo la sangre,
los desórdenes aumentan,
la mujer ya no estaba,
ni esos labios tan magenta.
***
Gemidos pueblan la calle,
cuando se oye la sirena.
Dos cadáveres y medio
y restos de polvo perla.






























domingo, 2 de noviembre de 2014

Soneto XI - Exilio


Y sin más, se marcharon al exilio;
Perséfone seguía en el infierno,
se marcharon y todavía era invierno,
se marcharon, quedó pena y delirio.

Testimonios del amor y su idilio,
culpables de versos de este cuaderno.
Hijos de la pasión y el deseo tierno.
Se fueron. Mi corazón pide auxilio.

Nacidos sin temores, entre excesos,
se desposaron de los labios y murieron,
se quebraron como bustos de yeso.

De mi alma vagabunda se rieron,
los besos, amor mío, nuestros besos.
se marcharon al exilio, se fueron.